top of page

Martes, 01 de Marzo de 2016

 

Fernán González: Una Pedagogía por la Paz

 

Como un aporte más a la pedagogía por la paz se puede leer el libro Poder y violencia en Colombia del profesor Fernán González S.J., quien, durante su visita a la Universidad del Valle contó su experiencia como investigador del conflicto social y armado que havivido el país.

 

¿De acuerdo con su investigación, que recoge todo un contexto histórico desde la colonia hasta nuestros días, sobre las características de los conflictos sociales en Colombia, de qué manera se puede romper esa relación entre violencia y poder?

 

Depende de lo que se entienda por violencia. Los Estados modernos buscan el monopolio de la fuerza, lo que no significa el monopolio de la violencia. El Estado del poder político centraliza la fuerza para sujetarla a ciertas normas y evitar que caiga en manos privadas. Así, el fortalecimiento del Estado es la centralización del poder en un proceso de monopolización de la fuerza para domesticarla.

 

¿Qué conceptos, dentro del estudio de la violencia en Colombia, podrían reevaluarse a partir del libro Poder y violencia en Colombia?

 

Quiero mostrar que la violencia ha sido interpretada con base en los factores estructurales de desigualdad, exclusión política o injusticia. Otros dicen: “no, la violencia es una cuestión de rentas, de narcotraficantes”. Nosotros creemos que la violencia es un producto de factores estructurales de larga duración como el problema de la tierra, pero, también de factores subjetivos cuando esas contradicciones se miran como un escenario que prepara una opción para la violencia. No es algo automático, no se deriva igualdad, desigualdad, justicia, injusticia.

 

Entonces, depende de un agente voluntario que dice “esta situación es intolerable, lo medios políticos se han cerrado, la única salida es la violencia”. Por esta razón, hay que combinar los factores estructurales con los subjetivos. Otra cosa que muestra la investigación es que la violencia no es un fenómeno homogéneo sino que tiene particularidades regionales muy fuertes, según la manera como se poblaron las regiones o se vincularon al centro del país.

 

La investigación rompe con la idea del Estado como algo dado, preexiste, para pensar un estado que se va formando a través de las luchas locales, regionales, territoriales y sociales. No es algo monolítico que existe en abstracto. Es algo que se va construyendo através de la historia.

 

¿Usted habla de una geografía de la violencia en Colombia, en qué consiste y por qué es útil en el actual proceso de paz?

 

Cuando comenzamos a investigar, a observar los sitios dónde había violación de derechos humanos, violencia política social, y colocar en el mapa dónde se concentraban esos sitios, descubrimos que detrás de ese mapa había una lógica territorial vinculada a dos problemas fundamentales: la colonización de zonas periféricas y la capacidad de expresión política. Eso fue llevando a interpretar la violencia como una combinación de los factores mencionados. Así como la violencia es diferenciada, la paz también tiene que ser diferenciada territorialmente.

 

¿Lo pactado en La Habana en qué proporción reducirá los estados de violencia en Colombia?

 

El futuro depende de lo que hagamos nosotros. El futuro es un libro abierto que está por escribirse. El acuerdo de La Habana busca un cese al conflicto armado, renunciar a la violencia como arma política luego de una serie de concesiones mínimas con respecto a la reforma agraria, a la participación política de los jefes guerrilleros, al problema del narcotráfico y la justicia diferenciada. Lo que se hace es crear un escenario propicio para que construyamos políticamente una solución al conflicto. En La Habana no se van a solucionar todos los problemas del país, la violencia juvenil o doméstica, la pobreza, la inseguridad. No es un atajo, es el cierre de un capítulo y el comienzo de otro.

 

¿Cómo va a influir la resistencia del ELN en el posconflicto?

 

Es una debilidad muy grande en el objetivo de la paz. El ELN no ha llegado todavía a ese momento de la negociación en la que se necesita tener una actitud mucho más pragmática, con temas muy específicos. Todavía tiene una cultura muy abstracta e ideológica.

 

¿Cómo debe ser la pedagogía por la paz desde su experiencia en el CINEP?

 

Lo que hemos hecho es tratar que la gente entienda las raíces históricas del conflicto armado, porque se tiene una serie de visiones muy simplistas sobre el mismo, que divide al mundo entre buenos ymalos, entre blanco y negro, cuando la política está llena de matices. La propuesta es mirar en la historia para saber por qué se dio la violencia y saber cómo evitar que se repita. Entender el hecho de una manera que no prologue el conflicto. Si usted dice, esos son los malos, entonces, la guerra va a continuar debido a que debemos acabar con los enemigos. La idea, por el contrario, es pasar de los enfrentamientos entre enemigos absolutos a enemigos relativos, es decir, adversarios que comparten algunos campos comunes. La educación política debe mostrar cómo se produjo el conflicto y proyectar eso hacia el futuro de manera que no se repita.

 

¿Cuál ha sido el papel de los intelectuales en este contexto de violencia y poder?

 

Colombia tiene una tradición de siglos, bastante notable, sobre la violencia, que ha llevado a un acumulado de grandes estudios sobre el tema. El análisis intelectual despolariza la situación; al complejizarla, ya no se habla de buenos y malos, ya no es tan clara la polarización. En ese sentido los intelectuales están contribuyendo a producir una nueva mirada del conflicto.

 

 

 

 

 

bottom of page